miércoles, 2 de marzo de 2011

BYE BYE Abidjan


  
Abidjan se apaga. Hace apenas cinco días, en cuanto un coche se paraba ante la luz roja de un semáforo, la oscuridad se cernía sobre él en forma de marabunta de vendedores al asalto; bolsas de agua fría, carteras y tarjeteros, gafas de sol, todas las ediciones de prensa del día, tarjetas de prepago para los móviles, etc. Hoy las cosas ya han cambiado; ocho editoriales contrarias al régimen cerraron las imprentas ayer por miedo a las represalias, y desde esta mañana ya no quedan más saldos telefónicos disponibles. Hace 24 horas comenzaban a fallar los comercios, ahora es el turno de los vendedores ambulantes y a las gasolineras no les queda mucho aliento; dos de cada tres ya no tienen reservas y permanecen desiertas. Sin combustible la situación se agrava.

   El olor en las calles empieza a ser bastante denso pues el servicio de recogida de basuras lleva sin funcionar desde el fin de semana aunque afortunadamente, al ser una ciudad costera, la brisa que se levanta al mediodía se encarga de ahuyentar un poco el hedor que invade las calles. Sin embargo ese desagradable efluvio que se filtra hasta por los poros no desaparece en el Boulevard Nangui Abrogouda, donde están instalados todos los puestos del mercado de Adjamè. Aquí la actividad no cesa; casi todas las tiendas están cerradas pero las aceras están llenas de tenderetes improvisados que venden desde bananes hasta medicamentos, y todo ello rodeado de montanas de desperdicios resultado del consumismo más desesperado. Gran parte de los adbijaneses de las clases más humildes se desplazan a este mercado por ser el más barato de la ciudad y el mejor surtido; si no encuentras una medicina en concreto en los puestos de esta calle, es que no existe en Costa de Marfil.

   En el barrio de Koumassi y Yopougon la situación es bien distinta. Las calles están casi desiertas y al adentrarte en los callejones sin asfaltar, barricadas custodiadas por "jóvenes patriotas" del antiguo régimen registran todos los coches en busca de armas y, de paso, aprovechan para sobornar a los viajeros interesados en acceder a las distintas manzanas. En Yopougon uno de estos controles ayer se cobro una vida humana al ser identificado el conductor como pro-Ouattara. Cuando empieza a caer la noche, estos "jóvenes patriotas" abandonan sus puestos de vigía-recaudación y son jaurías de niños del barrio quienes se instalan para cobrar el derecho de paso incluso a sus propios vecinos. Con la oscuridad es fácil escuchar disparos al aire que intentan dispersar a estos aprendices de saqueador.

   Yakite vive en Koumassi, pero hace una semana que desplazo a su mujer y sus dos hijos con familiares al barrio de Treichville. Koumassi ya no es seguro. Duerme, o mejor dicho intenta dormir, en un cobertizo donde guarda su coche junto con otra quincena de hombres que han desalojado a sus respectivas familias, sus vecinos. También se juntan los musulmanes del barrio para rezar; es mejor improvisar una sala de rezo en un patio o un porche y compartirlo que desplazarse hasta la mezquita, por cerca que este. Actividades en grupo es sinónimo de seguridad.

   En el hotel las verjas llevan dos días cerradas, y solo se abren por la acción de los vigilantes de amarillo. Solo quedábamos seis huéspedes en un edificio de cinco plantas, pero esta tarde ha llegado un grupo de observadores de los derechos humanos. Se encontraban hospedados en Cocody, el barrio más seguro y occidental de la ciudad, pero ayer noche un grupo de gente se adentro en la vecindad e inicio varios incendios. Cocody ya tampoco es seguro.



Hoy en la embajada me han denegado el visado por la situación actual. Con la perspectiva que hay aquí y sin poder desplazarme a Bahn, donde se centra mi proyecto fotográfico, solo me queda una solucion: volver a casa.

Un amigo hoy me dijo que este tipo de percances aquí tiene un nombre especifico: TIA (This Is Africa).

BYE BYE Abidjan

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